La
flora bacteriana, microbiota o flora microbiana son el conjunto de microorganismos vivos que se
alojan en cualquier superficie del
cuerpo humano en contacto con el medio externo.
Existen más de mil especies de
bacterias que conforman la microbiota habitual
de la piel, los ojos, la uretra, la vagina y el aparato digestivo, que
en su conjunto equivalen 2 kg del peso corporal. El colon, o intestino grueso, llegaría a
alojar unos diez billones de bacterias, lo que equivale a la totalidad de las
células del cuerpo.
El
tracto gastrointestinal es uno de los sistemas con mayor superficie de
contacto, de 300 o 400 metros cuadrados,
dotado de estructuras y funciones
(sensores, receptores, glándulas, secreciones, actividad mecánica entre otros)
específicamente adaptadas para el reconocimiento analítico y bioquímico de las sustancias que
transitan por el tubo digestivo las cuales dependen de sus funciones
principales de digestión, absorción y defensa. Sin embargo, en los últimos años
se va visto que la eficiencia de estas funciones básicas depende también de la
presencia y actividad de la microbiota intestinal.
Debido
que es uno de los ecosistemas microscópicos más densamente poblados, la
microbiota intestinal lo convierte en uno de los órganos con mayores
implicaciones clínicas sobre la salud por el desarrollo del sistema inmune, el
mantenimiento e integridad de la mucosa
intestinal, el metabolismo y la nutrición.
En
el epitelio intestinal se alojan aproximadamente la mitad de las especies
bacterianas que habitan todo el cuerpo. Estos microorganismos tienen funciones digestivas y metabólicas
como sintetizar sustratos y materiales de desecho. Debido a la interacción entre la
microbiota y el tubo digestivo, esta se
considera una relación simbiótica cuya finalidad es mantener la
homeostasis.
En
el último tercio del epitelio intestinal aumenta exponencialmente las bacterias
alojadas. Su composición varía dependiendo
de la condición fisiológica y
emocional de cada individuo.
Existen
dos tipos de microbiota intestinal:
- Microbiota
residente o autóctona: usualmente, estas bacterias se adhieren
de manera fija a las células epiteliales de la mucosa. Se restablecen
constantemente y con rapidez, están bien adaptadas a la ecología, siendo
resistentes e inocuas, lo que permite evitar agresiones.
- Microbiota
pasajera o transitoria: no se fija al epitelio ni se establece
en el intestino y está formada por
microorganismos no patógenos procedentes de la porción superior del tubo
digestivo, los alimentos y el medio ambiente.
Dependiendo
de la temperatura, humedad y pH del sitio puede haber un sinnúmero de
variedades de bacterias, lo cual quiere decir que existen zonas
microecológicas muy variadas con funciones altamente especificas como la
síntesis y absorción de nutrientes, diferenciación del epitelio y protección
inmunológica.
Funciones de la microbiota intestinal
Protección. De manera innata la microbiota intestinal se
encuentra libre de microorganismos. A partir del nacimiento comienza
un mecanismo de defensa (colonización bacteriana) en el sistema digestivo, el
cual provee de estabilidad entre el individuo con su medio externo. Diferentes
factores pueden atender contra este balance ecológico, permitiendo el crecimiento de bacterias patógenas dentro del organismo.
Justo este momento donde se declara una resistencia
inmunológica conocida como efecto
barrera.
El
efecto barrera puede funcionar evitando la implementación y colonización de
microorganismos exógenos en la superficie intestinal; también evitando la
proliferación de microorganismos oportunistas de la flora subdominante, como Escherichia coli o
Streptococcus, que pueden habitar de manera natural la microbiota.
Diferenciación
celular. Entre las funciones más importantes de los Ácidos Grasos
de Cadena Corta (AGCC) sintetizados por las bacterias del colon es el de mediar
el crecimiento y diferenciación de las
células localizadas en la superficie de los intestinos. Inclusive, el butirato
metabolizado por algunas bacterias de la microbiota, ejerce efectos importantes
sobre la mucosa del colon, inhibiendo la inflamación y carcinogénesis.
Además
del proceso de diferenciación celular,
la microbiota también interviene en el
desarrollo del sistema inmunológico, ya que regula la concentración de glóbulos blancos en la mucosa del intestino delgado, la
integridad fisiológica de la estructura
de los folículos linfoides y la concentración de inmunoglobulinas circulantes a
través de todo el intestino.
Metabólica.
Una
vez llegan los residuos no digeribles de la dieta, las bacterias que habitan el
colon los utilizan como fuente de energía a partir de la fermentación. La
microbiota se alimenta
principalmente de oligosacáridos,
pero también puede alimentarse del moco
secretado durante todo el proceso de digestión y de algunas sustancias toxicas
como la urea.
Los Bacteroides, Eubacterium, Propionibacterium y
Fusobacterium son los principales géneros de bacterias que logran sintetizar
vitaminas del complejo B, vitamina K y aminoácidos. Inclusive, cantidades considerables de
biotina, acido fólico, y acido
pantoténico que pueden encontrarse en las heces, son de origen bacteriano y no
por la ingesta en la dieta.
Disfunciones de la microbiota intestinal
Diversos
procesos se asocian con cambios en la composición o función metabólica de la
microbiota intestinal. Por ejemplo, diversas enfermedades diarreicas agudas se
deben a patógenos que proliferan y tienen características invasivas o producen
toxinas. La diarrea asociada a los antibióticos se debe a un desequilibrio en
la composición de la microbiota intestinal con la proliferación de especies
patógenas, como algunas cepas de Clostridium difficile productoras de
toxinas que causan colitis pseudomembranosa. Se considera que las bacterias
intestinales desempeñan un papel en la patogenia del síndrome del intestino
irritable. En pacientes con este síndrome son frecuentes síntomas como
distensión abdominal y flatulencia. La fermentación que tiene lugar en el colon
genera un volumen variable de gas. Igualmente, la putrefacción de las proteínas
por bacterias de la luz intestinal se asocia con la patogenia de la
encefalopatía hepática en pacientes con insuficiencia hepática aguda o crónica.
La
disfunción de la barrera mucosa puede causar una translocación bacteriana. La
translocación de bacterias viables o muertas en cantidades muy pequeñas
constituye un refuerzo fisiológicamente importante para el sistema inmunitario.
No obstante, la disfunción de la barrera mucosa intestinal puede traducirse en
la translocación de una cantidad considerable de microorganismos viables, sobre
todo de género aeróbico y fenotipo Gram negativo. Después de cruzar la barrera
epitelial, las bacterias pueden alcanzar áreas extraintestinales a través de
los conductos linfáticos, y pueden infectar ganglios linfáticos mesentéricos,
hígado y bazo. En situaciones graves, las bacterias entéricas pueden
diseminarse por todo el organismo provocando septicemia, shock, y fallo multiorgánico.
La translocación bacteriana grave es un fenómeno que puede producirse en
situaciones de hemorragia aguda, quemaduras, traumatismos, isquemia intestinal,
obstrucción intestinal, pancreatitis grave, insuficiencia hepática aguda y
cirrosis. Los tres mecanismos principales que favorecen la translocación
bacteriana son:
- Proliferación bacteriana en el intestino delgado.
- Aumento de la permeabilidad de la barrera mucosa intestinal.
- Deficiencias en la defensa inmunológicas del individuo.
En
modelos experimentales se ha demostrado que las bacterias intestinales pueden
desempeñar un papel en la iniciación del cáncer de colon a través de la
formación de productos de carcinogénicos. Los defectos genéticos moleculares
que aparecen en cáncer colorectal humano son bien conocidos, y parecen ser
consecuencia de la genotoxicidad de productos generados en la luz del
intestino. Los datos epidemiológicos sugieren que factores medioambientales
como la dieta desempeñan un importante papel en el desarrollo de cáncer de
colon. El consumo de grasa animal y carnes rojas, en particular procesadas, se
asocia a riesgo más elevado, mientras que el consumo de fruta y verduras,
cereales integrales, pescado y calcio se asocian a disminución del riesgo. Los
factores dietéticos y genéticos interactúan en parte a través de
acontecimientos que tienen lugar en la luz del intestino grueso. La influencia
de la dieta en el proceso carcinogénico parece estar mediada por cambios en la
actividad metabólica de la microbiota del colon.
Se dispone de pruebas que implican la microbiota bacteriana como factor esencial en la patogenia de la enfermedad inflamatoria intestinal. En la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa existe una activación anómala del sistema inmunitario de la mucosa frente a elementos de la microbiota entérica. Esta respuesta aberrante parece ser el acontecimiento clave que desencadena los mecanismos inflamatorios que dan lugar a la lesión intestinal. En los pacientes se detecta un aumento de la secreción mucosa de anticuerpos IgG contra las bacterias comensales y los linfocitos T de la mucosa son hiperreactivos frente a los antígenos de la microbiota común, lo que sugiere la abolición de los mecanismos de tolerancia local. De hecho, en pacientes con enfermedad de Crohn la derivación del flujo fecal consigue remisión de las lesiones, mientras que la re-infusión del contenido intestinal en los segmentos ileales excluidos reactiva la enfermedad. En la colitis ulcerosa, el tratamiento a corto plazo con antibióticos de amplio espectro en comprimidos con recubrimiento entérico reduce rápidamente la actividad inflamatoria. Diversos factores podrían contribuir a la patogenia de la respuesta inmunitaria aberrante a la microbiota autóctona, incluida la susceptibilidad genética, un defecto en la función de barrera de la mucosa y un desequilibrio microbiano. Datos recientes sugieren que en pacientes con enfermedad de Crohn o colitis ulcerosa la población de bacterias intestinales difiere de la de los individuos sanos.
Comentarios
Publicar un comentario